La obsolescencia programada vive con nosotros y a ella nos hemos acostumbrados. En estos momentos es una de las mayores estafas posibles, además de un grave problema medioambiental.
La comunidad global se desarrolla dentro de un sistema económico basado en la producción y el consumo. Los productos que se fabrican tienen una duración determinada para que el consumo se mantenga estable. Por este motivo, los objetos útiles que pasan por nuestras manos tienen en su ADN la condición de la obsolescencia, es decir, están construidos para que tengan un periodo de vida corto. La mayoría de ellos se romperán o se desgastarán en un tiempo determinado por el propio fabricante, gastándose o rompiéndose, volviéndolo obsoleto e inútil, en cualquier caso.
Con esto, el fabricante crea consumidores “adictos” a su producto. Crea la necesidad, que es permanente, a base de productos que caducan, por lo que puede mantener una estructura industrial y productiva con la que enriquecerse. La obsolescencia programada es un invento perfecto para el propietario o propietarios de una cadena de producción. El empresario se asegura una demanda continuada, con beneficios constantes. Esto influye, a su vez, en el desarrollo de la economía de un territorio o país.
Obsolescencia programada, un concepto nada nuevo
En la actualidad, el descaro con el que las compañías fabrican sus productos con un límite cada vez más corto ha llegado a límites de verdadero escándalo. Tal es la desfachatez de las empresas que, en algunos casos, el aparato se rompe coincidiendo con el día en el que se acaba la garantía.
Pero esto, la caducidad temprana en los objetos, no es un concepto nada nuevo.
Posiblemente, todo empezó con la fabricación de las bombillas. Los prototipos creados por Thomas Alva Edison estaban preparados en un principio para aguantar hasta 1.000 horas de uso. Una duración que quedó ampliada poco después hasta las 2.500 horas. Los empresarios no tardaron en darse cuenta de las desventajas que esta duración proporcionaba a sus cuentas. Como es lógico, a más duración de las bombillas, menos beneficios porque vendían menos.
Fue entonces cuando la asociación de fabricantes hace surgir el llamado Cártel Phoebus, cuya principal “medida protectora” aprobada fue la de volver atrás en la duración de la vida útil de las bombillas, hasta las 1000 horas originales.
Para comprobar que esto que estamos diciendo es cierto, y que existen lámparas fabricadas para no gastarse ni romperse, existe una web cam que enfoca hacia la Centennial Bulb (foto), una lámpara que se encendió por primera vez en 1901 y que está encendida de forma ininterrumpida desde 1972 en la estación de bomberos de Livermore, en California.
¿Cuántos tipos de obsolescencia programada existen?
Efectivamente, las industrias han creado diferentes categorías de obsolescencia para mantener activos sus procesos productivos.
La obsolescencia de calidad
Se da cuando el producto, después de un tiempo determinado, coincidiendo con un periodo breve posterior al cumplimiento de la garantía, comienza a presentar errores, fallas y mal funcionamiento. El ejemplo más común es el de las impresoras; se han llegado a detectar microchips implantados en sus circuitos para activarse y producir el fallo de forma automatizada.
La obsolescencia de función
Es un caso típico de las sociedades más avanzadas, donde la población es adicta a las compras y al consumo de productos de última generación. Se da cuando sale a la venta un producto que se vende como más avanzado, con más funciones o elementos distintivos. Un ejemplo son los smartphones y ordenadores en general, que en poco tiempo quedan completamente desfasados y anticuados por la aparición de nuevos modelos.
La obsolescencia de deseo
Muy parecido al anterior, pero en este caso el cliente / usuario no lo cambia por necesidad, sino por deseo, por el ansia de tener lo último y más moderno, aunque no le saque rendimiento. Es un tipo de obsolescencia que actúa directamente sobre la psicología del consumidor, no sobre sus necesidades o intereses.
Y es que el consumidor se ve afectado por la obsolescencia programada de diferentes modos. Por un lado, el económico y por otro, el psicológico, entrando en una dinámica de comprar, usar, tirar sin límite. Este problema, y lo que conlleva en sí el modelo productivo de obsolescencia programada, se puede apreciar en toda su magnitud en el documental Comprar, tirar, comprar, del que recomendamos su visionado.
Cuándo sospechar que estamos ante un producto con obsolescencia programada
En general, las causas por las que el consumidor debe comprar otro producto y puede sospechar que se trata de obsolescencia programada son las siguientes:
Cuando deja de funcionar o falla algún elemento sin causa justificada (batería de los smartphones). Igualmente se supone esta estafa, cuando no existen elementos de repuestos que posibilitan su arreglo. Así como, cuando estos son demasiado caros (impresoras y repuestos para vehículos).
Así mismo, también puede suponer que está siendo engañado cuando el producto esta descatalogado (libros de texto). Y cuando las piezas que componen los nuevos modelos son incompatibles con los antiguos (hardware y software).
Cuando se trata de temporadas o modas (ropas y tecnología, sobre todo). O, también cuando existe una fecha de caducidad (alimentación), sospechosamente corta, con seguridad también estaremos ante un producto con obsolescencia programada.
En estos días, en los que la economía es el motor de la sociedad, la inmensa mayoría de los productos están diseñados para morir pronto. Los fabricantes crean el objeto y también su periodo de vida, pensando en conseguir una mayor rentabilidad sin perder la confianza del público consumidor.
Los problemas de la producción con fecha de caducidad
Como cabe suponer, este tipo de producción tiene serios efectos, no solo en la psicología de las personas, que ven aumentados sus niveles de estrés y de impotencia cuando los objetos que compran duran tan poco, sino también en el conjunto de la sociedad y sobre todo en los entornos medio ambientales.
Los problemas a las personas
Cuando se pone en activo estos procesos es que la empresa o industria pone en valor los beneficios económicos por encima de la calidad, el desarrollo y la eficiencia de los productos. Al final obtenemos cosas que son necesarias para nuestro estilo de vida, pero que no duran y tenemos que estar constantemente reemplazándolas. Esto produce el consiguiente gasto económico y los problemas derivados de la ausencia de un determinado objeto al que nos hemos habituado o necesitamos para trabajar. En esos momentos, el estrés, la ansiedad y otros estados negativos hacen su aparición en las personas, disminuyendo la calidad de vida.
El efecto sobre las personas va, en algunos lugares, mucho más allá de los simples problemas psicológicos. Y es que, es habitual que las empresas y organizaciones busquen la materia prima fuera de las fronteras de los países consumidores. Para extraer este material no dudan en desestabilizar el país, llegando a crear conflictos bélicos para devaluar el precio o facilitar la explotación de los materiales necesarios.
Por otra parte, no son pocos los países considerados subdesarrollados que, estando en deuda económica con otros países, aceptan convertirse en vertederos de los países productores de basura. Ghana, por poner un ejemplo, recibe continuamente miles de contenedores llenos de residuos electrónicos, de los cuales una ínfima parte tendrá un nuevo uso, el resto se irá acumulando, devorando poco a poco este país.
Los problemas al medio ambiente
Este es el problema de enormes dimensiones al que alude el título de este artículo. Y es que el modelo productivo basado en la obsolescencia programada genera una cantidad de residuos constantes imposible de cuantificar con exactitud, llenando nuestro mundo de basura. Esta acumulación impide una calidad de vida digna para una buena parte de sus habitantes humanos y la muerte de un sinfín de especies animales.
Pero eso no es todo, la búsqueda, extracción y empleo de materia prima para la fabricación de estos objetos también tiene una enorme repercusión negativa para la naturaleza.
Ampliamos este punto con el siguiente subtítulo:
El efecto de la obsolescencia programada en la naturaleza
Efectivamente, las empresas que usan la obsolescencia programada en sus sistemas productivos no buscan más que el beneficio económico, rápido y permanentemente. En este sentido, el cuidado del medio ambiente pasa a un segundo o a un tercer plano, a un lugar en el que no tiene importancia alguna, en definitiva.
Este sistema de producir bienes y actuar basándose en la economía no guarda en absoluto ningún tipo de equilibrio con la naturaleza, y esto lo vuelve insostenible en último término.
En relación al coste medioambiental
El uso abusivo de los recursos naturales para cubrir una demanda, cada vez más grande, de productos que no duran hace que se tengan que abrir nuevas prospecciones. Estas explotaciones altamente contaminantes se llevan a cabo, normalmente, en espacios naturales, arrasando con todo tipo de vida existente.
La materia prima se gasta antes y es más difícil de extraer. Algunos productos son, de facto, muy difíciles de localizar, como por ejemplo el coltán, un elemento imprescindible para los smartphones.
Por otro lado, y como ya se referenciado anteriormente, la acumulación de residuos se convierte en otro de los enemigos al que la humanidad tiene que enfrentarse por seguir con este modelo productivo.
Y es que la enorme cantidad de productos que se desechan, y al ritmo que se hace, imposibilita recuperarlos, reutilizarlos, tratarlos de algún modo. Si se hiciera, se evitaría su acumulación en vertederos ilegales o los compren países del tercer mundo por rebajar su deuda.
Es tal la velocidad de desperdicios que continuamente echamos a la naturaleza que es incuantificable la cantidad de agua que se contamina o el espacio de suelo que se deteriora por esta causa.
Qué dice la ley
En relación al marco legislativo de la explotación de minerales necesario para cubrir la demanda que este sistema requiere existe un gran vacío. No existe un marco normativo establecido que regule o controle los niveles de explotación minera con destino a la fabricación de aparatos electrónicos con obsolescencia programada.
En cuanto a los residuos peligrosos. Aunque existen normas jurídicas que establecen algunas responsabilidades que regulan y dirigen su manejo, no hay un régimen legal adecuado a las verdaderas necesidades. No hay nada que limite o racionalice estos abusos. No solo eso, tampoco existen leyes que sea capaz de responsabilizar ambientalmente a las empresas y a los particulares que limitan la vida útil de productos, máquinas y aparatos. Con estas leyes, de manera comercial, el mercado podría mantener una exigencia de demanda constante sobre ellos.
¿Qué podemos hacer para acabar con la obsolescencia programada?
Como siempre, la solución no puede llegar de un cambio de conciencia en quien crea el problema. Debe nacer de la sociedad en su conjunto, que es la víctima de este mal que causa tanto daño. Son las personas juntas o en asociaciones quienes deben defenderse de este mal que afecta tanto a la comunidad humana como al planeta y a todas las especies que lo habitan.
Entre otras acciones, el conjunto de las personas debe hacer un consumo más responsable. Atender a las características de cada objeto que compren en relación a la calidad de los materiales que los componen, para que estos tengan una vida útil prolongada. Deberá primar este factor antes que el precio, aunque la realidad es que un producto que dure mucho más tiempo procura un mayor ahorro en general.
Votar a aquellos partidos políticos favorables a exigir un control sobre las empresas que fabrican sus productos de esta forma. Se deberá exigir a la administración normas que eviten la obsolescencia programada.
Consumir productos que incluyan el ecodiseño en su modelo productivo, para que cada vez más empresas sientan atracción por este tipo de fabricación. El ecodiseño no es otra cosa que la capacidad que tienen los objetos para incluir en el residuo que generan materia prima que se descomponga de forma natural o que pueda ser reutilizadas en un nuevo artículo.
Fuentes; Macías abogados, Ecomedioambiente.com, Sostenibilidad.com, obsolescenciaprogramada123.blogspot.com, lrt-editions.com, ecoinventos.com